Sobre
la política y el poder – Análisis
La
constitución de un estado, desde el punto de vista del filósofo griego
Aristóteles se da inicialmente desde la necesidad del ser humano de
reproducción y conservación, así como el establecimiento de un legado para la
continuación de una tradición. Estos vínculos que se establecen en distintas
categorías como: Señor – esclavo, marido y mujer, padre e hijo, se encuentran
basadas en relaciones de poder, ligadas desde la perspectiva amo-esclavo, en
donde se destaca la naturaleza del hombre libre para dominar y su superioridad,
frente a la condición innata de sumisión que logra consumar la asociación de
ambas partes, esta es una asociación natural y permanente y es denominada la familia. Posterior a esto y dadas las
necesidades colectivas que logran unir a varias familias se crea el pueblo, ligado a relaciones
socio-afectivas donde prima la empatía y como última instancia dada la unión de
los pueblos se crea el estado. “La naturaleza arrastra pues instintivamente a
todos los hombres a la asociación política”, teniendo como base para la
consolidación de esta asociación la búsqueda del bien común.
Por
consiguiente y dada la afirmación de “El hombre es un animal político” se
deduce que además de la necesidad de conservación, el hombre posee capacidades
cognitivas elevadas que le permiten el discernimiento de lo que considera bueno
o malo, naciendo desde estos juicios valor las definiciones de lo que sería
moral e inmoral y por medio de pactos que se transformarán más tarde en leyes,
lo que se considera justo o injusto. Además de esto, surge la necesidad de
proclamar cómo se estructurará el poder en el estado, dando paso a los
distintos sistemas políticos: Aristocracia, monarquía, república, etc.
Teniendo
en cuenta lo anterior y haciendo referencia a la premisa: “Sin la virtud es el
ser más perverso y más feroz, porque sólo tiene los arrebatos brutales del amor
y del hambre. La justicia es una necesidad social, porque el derecho es la
regla de vida para la asociación política, y la decisión de lo justo es lo que
constituye el derecho.”, la justicia es una virtud del hombre dada para la
búsqueda del bien común y el vicio que se deriva de la carencia de la misma,
origina lo que se denominaría una degradación del sistema que controla el
funcionamiento de un estado, cayendo en sistemas políticos como la oligarquía, la
tiranía y la demagogia, haciendo un mal uso del poder, orientado a lo que sería
el beneficio propio, negando así el objetivo de la formación del estado; A consecuencia de estas desviaciones
ideológicas, se van originando distintas problemáticas que han ido apareciendo
a lo largo de la historia, como: la pobreza mental y económica de los pueblos, el
colonialismo, la alienación, lucha de clases, instrumentalización de la
educación, capitalismo, poderío económico de unos pocos, neoliberalismo y
rupturas en distintos momentos históricos que dan cuenta del inconformismo y la
poca credibilidad de los pueblos, afectados por estos inadecuados sistemas de
gobierno.
Por
esta razón, se ve el poder como algo de unos pocos, siendo falsa la idea de la
participación del pueblo y simplemente delegando esta tarea, legitimando
inconscientemente la forma de gobierno que centraliza el poder, siendo las
armas ideológicas moralistas las que mantienen el pueblo cegado, o como lo
diría Michel Foucault “Se mantiene el terror de criminal, se agita la amenaza
de lo monstruoso para reforzar esa ideología del bien y del mal, de lo
permitido y de lo prohibido, que la enseñanza actual no se atreve a transmitir
con tanta seguridad como antes.” Lo que nos muestra el teórico francés en este
apartado son los alcances ideológicos que emplea el estado para desarmar al
pueblo y mantenerlo enceguecido, perdiendo el ideal de la colectivización para la
alcanzar el bien común, desatendiendo la realidad social y persiguiendo
intereses individuales, dados por el sistema económico dominante, que olvida la
idea del sujeto e implementa la del individuo, controlando el mismo, el sistema
educativo que perpetúa esta concepción del mundo.
Haciendo
alusión a estas desviaciones Aristóteles se refiere en el siguiente fragmento:
“Conviene
a todos, y también a los jefes de los Estados, tener conocimiento de tales
recursos. Muchos gobiernos tienen necesidad, como las familias, de emplear
estos medios para enriquecerse; y podría decirse que muchos gobernantes creen
que sólo de esta parte de la gobernación deben ocuparse.”, aclarando que,
aunque la función del estado y la familia es obtener y administrar recursos,
este no es el fin último de un gobernante y no es lo único por lo cual debe
trabajar. Adicional a esto, se encuentra
el ámbito del poder inmerso en el aspecto de la justicia, que ha perdido su
espíritu imparcial y equitativo, convirtiéndose en un negocio para las clases
dominantes, dicho de otro modo “Las justicias convertidas en fuentes de
ingresos, siguieron el movimiento de parcelación de las propiedades privadas.”,
esto deja al descubierto la manipulación en las distintas ramas del poder por
parte de los entes dominantes.
Estas
alteraciones en las entidades que regulan y velan por el correcto funcionamiento de la sociedad, son las que ocasionan las
coyunturas, que mediante actuaciones de carácter revolucionario (ya sea
intelectual o armado) buscan romper con estos paradigmas hegemónicos, dando
cuenta de la necesidad de una transformación, que permita al pueblo salirse de
estos sistemas, como diría Foucault “La acción revolucionaria se define por el
contrario como una conmoción simultánea de la conciencia y la institución”.
En
conclusión, se puede observar en un principio las bases sólidas bajo las cuales
se crea el estado y las necesidades socio-afectivas que consolidan el vínculo
del mismo, así como el surgimiento de las leyes y la justicia con el fin de
asegurar la perdurabilidad de dicha unión. Paralelo a esto, se puede analizar
cómo a través del tiempo los sistemas y las formas de gobierno creadas para el
funcionamiento se han ido denigrando hasta terminar en regímenes que perdieron
totalmente la credibilidad del pueblo y que tienen direccionados sus intereses
al crecimiento del capital económico de unos pocos, así como la necesidad del
surgimiento de acciones revolucionarias bien direccionadas que generen un
cambio en la estructura del poder dominante, que lo descentralice y vuelva a
estar en función del bien común, que ha sido la meta su creación finalmente,
teniendo claro que “Las formas de aparato de estado que el aparato burgués nos
ha legado, no pueden en ningún caso servir de modelo a las nuevas formas de
organización”.
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