EL
TESTIGO – CAÍN Y ABEL
JESUS
ABAD COLORADO

El conflicto armado en
Colombia ha sido documentado desde miras periodísticas (medios tradicionales),
políticas y económicas, pero nunca desde la perspectiva de las víctimas del
mismo ¿qué sucede con los miles de muertos y sus familias? ¿Son tan solo una
estadística del gobierno colombiano? ¿Sus voces al igual que las de sus
familiares fallecidos serán silenciadas? Es desde esta perspectiva donde nace
la grandeza de uno de los periodistas y fotógrafos más emblemáticos de la
actualidad Jesús Abad Colorado,
quien a través de la fotografías pretende generar una conciencia y sensibilidad
que parecen estar perdidas por los años de guerra.
La importancia de las imágenes radica en una
visibilización muchas veces cruda de los hechos, pero sumada a esto, vienen los
testimonios que ayudan a evitar susceptibilidades y manipulaciones a las que se
pueden prestar las fotografías por si solas. Lo que pretende Jesús Abad es
“volver a los lugares donde se ofendió la vida” pero no para recordar con odio,
sino para demostrar lo grande que es en su mayoría de los casos la capacidad de
perdonar de una población que lucha, que solo quiere defender la vida,
especialmente en una coyuntura tan compleja como la que atraviesa el país.
En un país donde se le pone un precio a la vida, se
justifican las acciones violentas, donde la guerra es un negocio y se quiere
eliminar el pensamiento crítico, la muerte de un líder social, universitario o
indígena significa “matar el corazón de un pueblo” por esta razón, la
responsabilidad social de un periodista es hacer seguimiento de estos casos y
no permitir que queden en la impunidad, en el olvido o se releguen a un segundo
plano, siendo minimizados por acciones que solo quieren alienar al pueblo y
esconder las verdaderas intenciones de poderes políticos corruptos.
Colombia tiene una gran misión y es la de preservar
la paz, proteger su riqueza pluriétnica y multicultural, además de su inmensa
biodiversidad que ha sido golpeada por los efectos de violencia hacia los
indígenas y campesinos, así como por la minería y tala ilegal de árboles. La
felicidad y la tranquilidad de seres tan puros y honestos como nuestros
campesinos, no debe depender de la firma de un acuerdo en un papel, se
encuentran en las pequeñas acciones que llevamos a cabo todos los días,
perdonar los actos violentos y entender que desde nuestros corazones y nuestros
actos se puede transformar la forma de gobierno que ha hundido el país en más
de medio siglo de guerras por un poder absurdo, que solo denigran la humanidad
de todos los colombianos.
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